Ignacio Araya Chanqueo
Juana Guajardo le tenía terror al mar. Había llegado desde Santiago hacía un par de años y por las noches bailaba en las boites con el seudónimo de "Sandra Le Roy". En el día volvía a ser Juanita, la amiga de los estilistas del centro con quienes a veces incluso se prestaba para ensayar peinados. Ellos mismos la invitaban a salir a la playa, pero ella siempre fue reacia al mar. No le gustaba.
En ese mismo mar que ella tanto temía apareció su cuerpo el 21 de febrero de 1983, frente a los estanques de petróleo de la avenida Pérez Zujovic. Estaba irreconocible, amarrada con un nylon amarillo a un pesado riel con el que intentaron "fondearla". Llevaba muerta, según la Brigada de Homicidios, al menos seis días, y la única forma de reconocerla fue una gargantilla de oro que mantuvo en su tiempo como "Sandra Le Roy".
La autopsia da su veredicto: asfixia por inmersión. En resumen, ella estaba viva cuando la echaron al mar.
En los primeros momentos, se especula de todo. ¿Podría haberse suicidado?. Difícil, nadie iba a soportar el peso de ese riel. La policía va constantemente a la casa de Juanita a buscar pistas, en calle Chuquisaca, pero no encuentra nada. De hecho, nadie encuentra nada. Eso es lo que más aflige a la familia, quien se lleva el cuerpo de Juanita al Cementerio Metropolitano, en Santiago. Antes, todos los peluqueros se despiden de ella en el velorio que se hizo en la Sociedad de Socorros Mutuos del gremio.
Al pasar los días, las noticias sólo hablan de supuestos. Al parecer, una guerra de mafias relacionadas con droga -cuya base estaría en Arica- están metidos en el asesinato de Juanita. Lejos de eso, frente al mar que botó su cuerpo, los amigos de la fallecida peluquera levantan una animita para recordar el paso de la chica peluquera por este mundo, la que hasta hoy guarda fotos y recuerdos de su vida.
Un mes después del crimen, la Hermana Rosa, mujer que dice tener un "don especial", asegura que esto es un crimen pasional. "Los culpables son dos o tres personas y entre ellos hay un homosexual", dice. Con los años, el caso no arrojó culpables. Quizás, nunca se sabrá si la Hermana Rosa, después de todo, tenía razón.