Los habitantes de las caletas que se fueron a vivir a la punta del cerro
En Chanavayita, a 54 kilómetros de Iquique, la vida se armó bajo carpas. Temen un tsunami.
l Rodrigo Ramos B.
La profesora Nelly hizo su clase en un aula armada en la falda de un cerro. Asistieron alrededor de 15 alumnos. La profesora Nelly les habló de la prehistoria, de la teoría de las placas y de los dinosaurios. Luego los chicos salieron a jugar en la inmensidad del desierto. Nunca tuvieron tanto espacio para jugar. Los habitantes de la caleta Chanavayita, a 54 kilómetros al sur de Iquique, se encaramaron en el cerro después del terremoto. Sus carpas tipo iglú simbolizaban el miedo.
A los tres días nada los hacía bajar. El miedo a que se saliera el mar fue tan potente que algunos, los más extremos, se fueron más allá, escalaron y armaron sus carpas sobre las lomas de arena. Desde ese lugar, la caleta donde vivían se veía pequeña como un grano de arroz.
No todos son pescadores en la caleta. Hay mineros, comerciantes y profesores, entre otros. En consecuencia no son personas acostumbradas al mar. No conocen los estados de ánimo del mar; por eso el pánico.
En Chanavayita no se produjo la famosa ola de las pesadillas. La subida de mar pasó desapercibida. Los salvó la posición de la caleta, dice la señora Rosa, quien le entrega a los niños raciones de alimentos. La mujer dice que primero le entrega las bolsas con fruta y pan a los niños, y después es el turno los grandes. No importa si no les alcanza a los grandes. La organización de la caleta permite que la entrega de ayuda sea óptima. La mujer reconoce que no perdieron nada material, si no que perdieron algo así como el coraje para vivir frente al mar, después de experimentar "el tagada" del terremoto. Temen descender.
La preocupación de los vecinos es que no le roben las casas. El pueblo permanece semivacío, excepto un par de restoranes que venden empanadas. Voluntarios de la Cruz Roja también deambulan por el caserío.
Maikol, a quien conocen en la caleta como "el pikuo" -un chico de rostro tosco de alrededor de 13 años-, se sube a una camioneta. Maikol es un chico más de acción que de palabras, así dice Rodrigo Miranda, profesor de inglés de la caleta. Su familia lo mandó al pueblo.
Miranda quien vive en Iquique, dice que Maikol es un chico a prueba de terremotos y tsunamis. El problema es que no le va muy bien en la escuela; puras malas notas. Dice que el problema es que a Maikol le gusta jactarse que le va mal. Se ríe contando sus maldades.
Minutos después Maikol regresa.
Dice que pronto llegarán los militares al pueblo para hacer vigilancia. Eso deja tranquilo a la gente de Chanavayita. La señora Rosa afirma que pronto esperan bajar; que incluso algunos ya han regresado.
Al norte de Chanavayita, se encuentra la caleta Caramucho (distante a 41 kilómetros de Iquique). A diferencia de la primera, aquí la mayoría de sus habitantes son pescadores o están relacionados con el oficio.
En Caramucho sí se vivió el tsunami.
Prueba de esto es la presencia de botes en la tierra, a varios metros del océano. Jaime, pescador, cuenta que la marea subió con sigilo de un rato para otro. Fue como si rebasara la tina de baño. Los botes se movieron solos y quedaron encumbrados sobre las rocas o la arena. Había gente en los botes. No pudieron hacer nada.
Dice que la posición de Caramucho provocó que el mar entrara. El océano no alcanzó a las casas, por suerte. Se habría inundado el pueblo.
Ante la seguidilla de temblores, anuncios agoreros y la exposición al océano, los habitantes no lo dudaron y corrieron a refugiarse al cerro al igual que en Chanavayita o en Los Verdes.
La diferencia es que los habitantes de Caramucho no tenían pensando regresar. Nadie los moverá, afirma el hombre de ojos pequeños y cuerpo delgado.
Un camión militar descarga colchones de espuma y cajas con víveres de primera necesidad en la caleta. La gente hace una cadena humana. El material parece alcanzar para todos. Algunos ubican los colchones en sus vehículos para llevarlos al cerro. Será otra noche de incertidumbre.
El pasado fin de semana todos los restoranes de la caleta Los Verdes, a 21 kilómetros al sur de Iquique, no funcionaban. El sector concentra una variada oferta gastronómica basada en productos del mar. Habitualmente se llenan de turistas, especialmente los sábados.
Es fácil suponer dónde estaban quienes viven en la caleta. Era asunto de levantar la cabeza. Todos en el cerro en la ya repetida postal del miedo. J