José Marcelo Orellana, es el alma y creador de una noble causa. Un encargo que, como sureño, sintió la obligación de hacer notar. Cuenta que con los años que ha podido compartir en estas tierras nortinas, ha visto que existe mucho desapego con el concepto identitario de la ciudad. Por eso, quiso devolver algo de la enorme felicidad que encontró con la gente antofagastina, esa que tan bien le recibió a él y a su hijo de Curacaví.

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