Cierro mis ojos y me transporto a mi infancia, en esos tiempos cuando ser niños era sólo sinónimo de juegos y alegrías junto a los amigos. Cuando la mayor responsabilidad que uno podía tener era llegar con buenas notas a casa.

Cuando ser niño duraba por mucho tiempo y las niñas jugaban con muñecas hasta las 14 ó 15 años. O los hombres amábamos los autitos hasta bien grandecitos. Esa época donde darle un beso en la mejilla a la chica que te gustaba era todo un logro y bailar un lento era lo más esperado de una fiesta. Donde la inocencia aún existía.

Cuando nuestra madre nos esperaba en casa con un queque, luego de salir de clases, y cuando con 50 pesos uno se sentía millonario.

Los tiempos han cambiado y los niños viven muy acelerados, intentando apresurar los procesos y no disfrutando cada etapa de su vida.

A los 12 ó 13 años estamos viendo niñas embarazadas, e incluso a los 15 hay menores que están contagiados con SIDA.

Niños que en vez de disfrutar de estar empezando el recorrido por la vida, viven en una profunda depresión por lo que no tienen o por lo que vendrá. Niños que de forma inexplicable están viviendo algo así como en la oscuridad.

Niños que por necesidad en la mayoría de los casos se están criando solos, porque ahora con un sueldo no alcanza para vivir. Donde los videojuegos, el televisor o el computador se convierten en quienes los educan.

Niños cada vez más expuestos a información que no deberían recibir a su edad y expuestos a ser víctimas de depravados y enfermos que quieren aprovecharse de esa inocencia que a veces pareciera que ellos mismos quisieran perder.

Dónde quedaron esos niños que con ingenio debían inventar en qué entretenerse. Esos niños que llenaban las calles en Navidad para mostrar los juguetes que les regalaban o debutar con la bici nueva.

Esos niños ya no existen y ahora tenemos que aprender a vivir con este nuevo tipo de menores, que están depresivos y que a los 12 años piensan incluso en quitarse la vida, algo impensado en nuestros tiempos.

Niños que más que antes incluso, cuando estábamos expuestos a menos peligros, requieren de padres presentes y pendientes de cada uno de sus movimientos y pasos.

Qué puede pasar por la mente de un adolescente que tiene la vida por delante para llegar al extremo de quitarse la vida. Qué difícil es ser padre y criar hoy en día, cuando todo es mucho más complicado y el tiempo que hay para dedicarles es mucho menor. Hay que aplicar calidad antes que cantidad. Son nuestro máximo tesoro y debemos cuidarlos como tal. Impedir que nuestros niños quieran dejar de serlos antes de tiempo, intentar que entiendan que más temprano que tarde se arrepentirán de no haber disfrutado de la parte más hermosa de la vida, cuando las preocupaciones no existen y las penas se pasan con un rico postre.

Daniel Salas