La vida casi famosa de Cobresal y que hoy tiene un nuevo giro
Hace siete días Cobresal huyó en estado de pánico de El Salvador. Dalcio Giovagnoli, su entrenador, acusó falta de agua y comida. Los jugadores explicaron que estaban nerviosos. Y la dirigencia pidió asilo en Santiago.
La ANFP acusó recibo y ofreció sus canchas en Avenida Quilín. Ahí el equipo del norte preparó su partido con Colo Colo. Y ahí, también, entrena esta semana, ya consolidado en la punta del torneo y abrazando un título inédito. Lo hace acosado por una horda de periodistas, recién acostumbrándose a un escenario radicalmente opuesto al que rodea las prácticas en el desierto.
Mientras en El Salvador el único reportero que hace preguntas es un funcionario del club que luego despacha para una radio de Santiago, en Quilín Cobresal entrena frente a una decena de cámaras de televisión y un número indeterminado de micrófonos. El club del estadio más grande del mundo es, oficialmente, casi famoso.
La fama
Dalcio Giovangoli grita instrucciones eufóricas desde el centro de la cancha. Matías Donoso y Johan Fuentes, pilares del equipo, lo miran desde 40 metros. En el otro rincón un miembro del cuerpo técnico conversa con Nicolás Peric, que dejó de entrenar antes que el resto.
Mientras, Federico Martorell, ex defensa de la U, camina a camarines. Lo abordan seis reporteros y le preguntan si siente presión. El argentino dice que no, que el equipo está tranquilo. Jura que no piensan en el título, que van partido a partido. Y que hoy, a pocos días de la fecha 13, su única preocupación es Ñublense.
Atrás aparece Rodrigo Ureña, volante de 22 años cuyo pase pertenece a la U. Recibe preguntas calcadas a las de Martorell y devuelve respuestas idénticas. El equipo está tranquilo. La preocupación es Ñublense. ¿Piensa en la U, Rodrigo? "Lógico, me gustaría volver", responde.
Alexis Salazar, defensa aguerrido y perito en zafar del descenso, mira a La Estrella y hace una confesión: "Esto nunca nos había pasado". ¿Qué dice?, preguntamos. "Esto, periodistas", responde. En El Salvador, explica, las prácticas son solitarias. Jamás han visto una grabadora y mucho menos una cámara de TV.
No, no. Uno se abstrae de todo. Pero esto lo hace la instancia. Si no fuéramos punteros estaríamos entrenando solos.
Claro, es rico esto. Si no, un jugador no se entera de lo que está viviendo. Habemos muchos que no hemos tenido la posibilidad de pelear algo como esto, hay que disfrutarlo.
Yo llevo tres años acá y me tocó pelear el descenso. Luego clasificamos a la Sudamericana y ahora estamos peleando un título. ¿Qué mejor? J
l Felipe Rioseco