Las raíces de doña Angélica, la "colonizadora" de la Lautaro
Es 1950 y el mundo se divide ideológicamente en los primeros años de la Guerra Fría. En India, Mahatma Gandhi lograba la independencia de su país gracias a la "desobediencia civil" y en el campo de la ciencia, se lograba con éxito el primer trasplante renal. Pero lejos de toda la bulla del mundo, en Antofagasta sólo somos 62 mil habitantes y el límite norte de la ciudad está por la avenida Mejillones.
En ese contexto, la familia Lau Muñoz debe tomar una difícil decisión. Tienen un criadero de aves, uno de los pocos que en ese momento existía en la Perla del Norte, pero están viviendo en Matta con Orella, pleno centro de la ciudad. Fue así que dos años después de conseguir un terreno en arriendo, la familia llegó a una casa fuera del radio urbano. Involuntariamente, junto a otros vecinos, la vecina Angélica Muñoz Pizarro estaba construyendo lo que hoy es la población Lautaro.
"¡Todo esto era un peladero!", recuerda hoy Marcia Lau, una de las hijas del clan, reunida en la casa familiar rodeando a doña Angélica, que está recostada mirando la tele. La vecina, ahora de 99 años, nació en Mejillones el 5 de febrero de 1916, permaneciendo en su querido puerto hasta los doce años de edad, cuando se vino a vivir a Antofagasta.
Cuando eran los años cincuenta, el criadero de aves se trasladó a este sector rodeado de desierto, lejos del centro de la ciudad. "En esta época estaba esta casa no más porque en los demás había una choza, la gente recién venía, porque ponían cosas con cartones, calaminas", cuenta Patricia, la hija mayor, que junto a sus hermanos Rolando y Félix completan la familia Lau.
En ese entonces, todo era diferente. El agua potable llegaba por vehículos desde muy lejos para abastecer la casa y la granja de doce metros de ancho. Con los vecinos había un ambiente de muy buena onda, al nivel que la familia regalaba huevos y aves a sus más cercanos.
MEJILLONES
-Mira, mira- dice doña Angélica a su hija Marcia, quien está sentada junto a ella. -¿Te acuerdas que estoy de azul?
La vecina destapa una frazada que la cubre, y deja al descubierto sus calcetas. Son rosadas, y ella quiere estar de azul. La familia ríe. La alegría siempre acompaña a los suyos. En la pieza hay varias fotos: de su marido, Félix Lau Castro, quien trabajaba en la Empresa de Transporte Colectivo del Estado (ETC del E). Él falleció en marzo de 1989, pero está siempre presente en las fotografías. Sin embargo, en las fotos a doña Angélica se le ve sonriente, especialmente cuando aparece en su Mejillones querido.
-Generalmente en los cumpleaños se va una semana a Mejillones- cuenta Patricia- Todo le gusta de Mejillones, eso es su vida, su orgullo. Se acuerde de todo, le encanta sacarse fotos- dice.
En la pared, se ve a la vecina feliz junto a los rieles del ferrocarril en su puerto amado. "Ya tenía 91 años", recalca Patricia al apuntar la fotografía. Nunca, desde los doce años cuando se vino a vivir a Antofagasta, ha pasado un año sin que Angélica regrese aunque sea por unos días a Mejillones. Este año, volvió al puerto. Ya no hay casa, pero se arrienda o se consigue un lugar para ir a visitar. Todo sea por la alegría y la sonrisa de doña Angélica.
A BOLIVIA
Marcia muestra unas fotografías en blanco y negro de cuando recién vinieron a colonizar la población Lautaro. Se ve toda la familia, una micro a lo lejos, la pareja recién casada. Pero hay una que llama la atención. Es un retrato de doña Angélica.
-Esta foto la tuve que recortar- dice la hija- en la época de la dictadura.
Originalmente, en esa fotografía aparecía la vecina junto a una banda que la acreditaba como la mejor camarada del Partido Socialista. Tener una foto así en 1973, con militares allanando casas buscando armas y propaganda "subversiva", era peligroso. Peligrosísimo. Pero la fotografía era tan importante, que no se podía perder. La recortó, y todo el resto pasó a la hoguera, como miles de fotos, libros y discos que se quemaban en plena calle.
Tres años después, la cosa no pudo más, y tuvieron que irse a Bolivia, específicamente a Cochabamba. Había que estar seguro por cualquier cosa.
-Porque era lo más cercano, barato, el ambiente, y todo.
La casa nunca estuvo sola, porque al menos un hermano estuvo cuidándola mientras se retomaba la opción de regresar a Antofagasta, hecho que se concretó el año 1981. Y de ahí en adelante, la vida pudo volver a la normalidad.
Doña Angélica posa para las fotos. Está contenta, y con ayuda se sienta en un sillón para los clicks de la cámara. Cada hijo tuvo su vida y su casa, pero siempre regresan a la vieja vivienda de calle Puerto Montt a visitar a la vecina que colonizó la población Lautaro. Ahí también se juntan los cuatro hijos, los once nietos y once bisnietos que tiene doña Angélica. En Bolivia también echó raíces, porque hay una nieta que sigue en Cochabamba.
Angelita es el motivo de orgullo de toda la familia, por eso en fechas tan especiales como el día de la madre, nunca está sola. "Nosotros preferimos celebrar acá, porque está ella", dice Rolando.
Otro de los orgullos de la vecina es su jardín. "Son muchas plantas para estar en medio del desierto", dice su hija Marcia. "Cuando ya no podía salir, ella dijo que cuando su jardín se secara, ella también se iba a secar", recalca.
Afuera, el jardín se ve más verde que nunca. J
Cuando cumplió 95 años, doña Angélica participó en el primer concurso de cuentos que organizó la Ilustre Municipalidad de Mejillones, narrando sus aventuras de niñez. El cuento fue publicado en ese primer libro, en una actividad organizada por el Consejo de la Cultura de Mejillones. Además, fue integrante y presidenta del Club de Pesca y Caza Los Chalacos, además de ser integrante de la comunidad San Pedro de la Parroquia Buen Pastor. También, estuvo en la comunidad china Cheng Ning Hui.
l Ignacio Araya
"Todo le gusta de
Mejillones, eso
es su vida, su
orgullo"
Marcia Lau Muñoz,