Javier Andrónico Cangana

Las cifras de donantes de órganos en nuestro país están bastante bajas y más aún si se comparan con otros países. A pesar de esto, el Ministerio de Salud hace años está impulsando campañas de donación tanto de sangre como de órganos para poder generar conciencia en la población. Y es que, en resumidas cuentas, donar un órgano o algunos centímetros cúbicos sangre es, literalmente, donar vida.

Para conocer realmente cómo es el proceso de realizar un trasplante de órgano y también la (a veces larga) espera para llegar a aquello, en esta Historia Estrella conoceremos dos testimonios de antofagastinos que pasaron por esa difícil situación. Uno de ellos ya fue sometido a la operación y tiene un órgano nuevo el que ha funcionado sin dramas; en cambio, el otro paciente lleva años esperando.

A puro café

Agosto de 2015. 7.45 horas. Sergio Cepeda Navarrete sale de su hogar en el sector norte de Antofagasta rumbo a su trabajo: el data center -o servidores- de la municipalidad de la ciudad.

Es un hombre joven, tiene 48 años, una pareja y tres hijos y se desempeña como informático en el edificio consistorial.

19 horas. Sergio continúa en su trabajo y ha comido poco pero ya perdió la cuenta de las tazas de café que ha bebido.

22.30 horas, luego de monitorear y estar al tanto de varios aspectos de los servidores municipales, Cepeda regresa a su hogar y allí se "desbanda" comiendo, sobre todo los fines de semana. En esos días, cuenta, los asados, cervezas y comidas picantes son fijos.

Sergio explica que su trabajo no tiene horario, puede entrar más tarde o tener un horario de colación más amplio pero siempre el fuerte de su pega es pasadas las 17 horas. "Ahí comenzamos a revisar que los servidores hayan guardado bien la información de las distintas áreas de atención de público de la municipalidad", explica.

"Alimentarse" durante gran parte de la jornada sólo tomando café y los fines de semana poniéndose al día con lo que no se comió los otros días no es algo saludable y menos mantener esa costumbre durante alrededor de 20 años. Lógicamente aquello le pasó la cuenta a Sergio y desde septiembre del año pasado tuvo que afrontar -afortunadamente con éxito- una de las situaciones más complejas en su vida.

Hígado

En septiembre de 2015 el hígado de Sergio comenzó a dejar de funcionar. "Mi cuerpo creó un cuadro anti inmune contra mi hígado donde mi propio cuerpo empezó a rechazarlo".

Pocos días después el informático fue subiendo de escalafón como prioridad para un trasplante y llegó al puesto 12.

"Mi hígado ya no funcionaba y desde el Hospital Regional de Antofagasta me derivaron a Santiago, al Hospital Clínico de la Universidad de Chile, para que me hicieran exámenes. Hasta allá llegué el 12 de noviembre y fue en esos días -cuando ya había subido al puesto siete a nivel nacional en cuanto a prioridad y mis ojos ya estaban amarillos- que apareció un donante", recuerda Sergio Cepeda.

El padre de familia recuerda vívidamente el momento en que el médico le comunica que hay un órgano para el trasplante hepático, operación que debe realizarse a la brevedad.

"El día anterior a esa noticia estaba con mi pareja que me fue a ver. Se regresó y el doctor me dijo lo del donante. Me puse tan nervioso que la llamé y sólo le dije 'hay un donante, me operarán ahora' y lo mismo con el resto de mi familia pero, realmente, no me acuerdo de nada más, estaba bloqueado".

El 28 de noviembre fue el día decisivo para Sergio. Esa jornada era la del trasplante hepático.

La intervención duró varias horas principalmente porque, según cuenta el informático, "el donante falleció de neumotitis fulminante y su hígado era más pequeño que el mío, así que tuvieron que adecuar los conductos y, además, como éramos compatibles de sangre heredé todos los virus de su enfermedad".

Luego de la operación -que resultó sin problemas- Sergio fue derivado hasta la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del recinto asistencial capitalino. Allí estuvo un mes y pasó Navidad y Año Nuevo. La primera festividad solo en su habitación y la segunda junto a su pareja. "Siempre tuve el apoyo de ella, mis hijos y toda mi familia", afirma.

Cuando salió de la UCI, el encargado del data center de la municipalidad estuvo otro mes en el Hospital de la Universidad de Chile. "Fui derivado a la UTI y recién a principios de febrero dejé el hospital pero tuve que quedarme otra semana en Santiago para los controles. Llegué a Antofagasta el 14 de febrero, justo para el aniversario".

Harto ánimo

El seis de febrero Cepeda dejó el recinto médico de la capital y cuando lo hizo apenas podía caminar. "Tanto tiempo en cama me dejó sin fuerza en las piernas pero poco a poco las fui recuperando (…) Lo bueno es que salí con mucho ánimo y siempre acompañado de mi familia y los doctores me dijeron que en todos estos meses siempre he ido avanzando en la recuperación. Es más, volveré prontamente a mi trabajo, aunque varias veces me conecto remotamente a los servidores para avanzar".

"Me siento perfectamente bien, muy animado pero reconozco que todo el proceso fue traumático, no se lo doy a nadie. Es angustiante estar a la espera de un órgano mientras tu cuerpo se va debilitando", comenta y agrega: "Además de darle las gracias a mi familia también se las tengo que dar a mis compañeros de trabajo y al Hospital Regional".

Otro caso

Carolina Pizarro Harris (36) se desempeñó hasta hace un tiempo como ejecutiva bancaria. Sin embargo, desde los 27 años que día por medio debe estar alrededor de cinco horas sentada y conectada a una máquina.

Hace casi 10 años que Carolina debe acudir sagradamente las tardes de los lunes, miércoles y viernes hasta un recinto asistencial privado del sector norte de Antofagasta para dializarse. "Tengo 'lupus eritematoso sistémico' desde los 17 años. En palabras simples el 'lupus' es una enfermedad donde mis propias defensas atacan alguna parte de mi cuerpo y, en mi caso, fueron los riñones y los perdí, o sea, tengo que dializarme sí o sí, mi vida depende de esa máquina".

Tan vital es la diálisis para la joven antofagastina -que llegó muy pequeña junto a su familia desde Copiapó- que los fines de semana se le hacen difíciles. "Para mí es complejo llegar al lunes por la acumulación de toxinas en mi cuerpo. Me siento con náuseas, ahogo y es porque el líquido se acumula, ya que no orinamos y ésa es una de las funciones de la máquina de diálisis. Sacar el líquido que se junta y, a la vez, limpiar la sangre de las toxinas acumuladas".

Aunque Carolina afirma que durante todos estos años ha tenido el apoyo de su familia y también de su esposo Cristian, reconoce que producto de su enfermedad tuvo que dejar su trabajo en una sucursal bancaria.

"Ahora recibo una pensión pero es muy pequeña para costear todos gastos", afirma.

La vecina del sector norte cuenta que, a pesar que las diálisis las cubre el Auge, hay algunas "enfermedades asociadas" que la obligan a desembolsar altas sumas de dinero. "Se me produjo un problema a la tiroides y para contrarrestar aquello tengo que comprar un fármaco que cuesta 80 mil pesos y necesito tres cajas mensuales. Sumando los otros remedios que debo tomar, al mes gasto aproximadamente 500 mil pesos".

Donante

Según cuenta la joven, hace dos años que está en la lista de espera para recibir un riñón pero, además, está viendo la opción de recibir uno de un donante vivo, que en su caso sería de su madre.

"Primero mi hermano se hizo los exámenes para ver si era compatible pero lo descartaron porque tenía un problema de presión y ahora lo estoy intentando con mi mamá. Lamentablemente en Santiago es donde revisan esos exámenes y se demoran bastante, recién estos días tomarán en cuenta mi caso. Esperemos que nos vaya por bien porque esa es la gran oportunidad, ya que mi cuerpo se va desgastando todos los días un poquito".

Sergio y Carolina concuerdan en que desde temprana edad hay que generar conciencia sobre la donación de órganos.