Una heroína sin capa: ha salvado la vida de más de seis mil personas
Jacqueline Blanchard es la médico jefe de la Unidad de Pacientes Críticos del Hospital Regional de Antofagasta. Cuenta cómo se trabaja con los casos de extrema gravedad. Además recuerda momentos difíciles por el aluvión.
Son pasillos bastante iluminados, a un lado están los tubos que facilitan la respiración, más adelante ventiladores mecánicos y a cada rato suena el "beep" en los varios monitores que indican las pulsaciones de quienes se encuentran en las camas. Los trabajadores de allá para acá realizan las tareas asignadas, algunos anotan, otros mueven bandejas de implementos, revisan fichas.
Más allá y hacia el centro de la sala, de estola verde y recitando plegarias hay un sacerdote, algo así como un lugar en donde la ciencia y la fe trabajan juntas. Si bien la escena podría llamar la atención a cualquiera ajeno a estas instalaciones, para ellos es un día como cualquier otro, nada fuera de lo común.
Esta es la oficina -por así llamar al lugar- de Jacqueline Blanchard Tapia, médico legista, quien como todos los días se encuentra guiando a su equipo de trabajo, como médico jefe de la Unidad de Pacientes Críticos (UPC) del Hospital Regional, la cual tiene a su alero a la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), donde están los de extrema gravedad y que se encuentran prácticamente en riesgo vital, y la Unidad de Tratamiento Intermedio Médico Quirúrgico (UTIMQ), donde permanecen aquellos casos un poco menos riesgosos, pero igualmente graves.
Labor
Estas instalaciones se encuentran en el séptimo piso, pero la oficina física de la profesional está en el cuarto y pese a lo lejanía de un área con otra, la especialista se toma las cosas con la mejor sonrisa cuando le toca bajar por las escaleras: "Me ayuda a mantenerme en forma", dice.
Por sus venas corre sangre francesa como herencia de sus abuelos paternos. Rancagüina de nacimiento, pero antofagastina de corazón, cuenta con 30 años de carrera como médico internista y especialista en medicina intensiva.
Hace seis años que tomó el mando de la UPC, una de las más complejas y que -literalmente- trabaja entre la vida y la muerte, con una lucha constante para salvar al paciente, una tarea para la cual no hay horario fijo, ya que la dedicación es 24/7.
Aquí el trabajo de alrededor de 50 funcionarios es apoyar a la unidad de emergencias, pabellones y a servicios clínicos, bajo la gran presión que significa salvar la vida de los pacientes.
Y en sus años a cargo de la UPC, la mejor forma de definir su trabajo es "apasionante". Si bien le ha tocado asumir cargos directivos tanto en el hospital o en el Servicio de Salud, no tiene dudas: su verdadera vocación está en vivir in situ la presión de trabajar directamente con los pacientes de alto riesgo.
"Ahí se pone en juego todo lo que uno ha aprendido como médico. En pocos minutos uno tiene que tomar las decisiones correctas para salvar esas vidas... Nosotros vivimos una presión muy grande porque es la única UCI de toda la Segunda Región y a veces apoyamos a la Primera y a la Tercera también", comenta.
Difícil momento
Pero pese a los esfuerzos, hay ocasiones en los que lamentablemente es tan grave la condición que se hace imposible la recuperación. Y es ahí donde el equipo tiene la más difícil misión de todas: informar a la familia.
"No es fácil. Todo el mundo piensa que los médicos estamos preparados, pero la verdad es que el médico no acepta la muerte y uno quiere siempre salvar al paciente hasta el último...", declara y añade que "contarle la situación a los familiares, habitualmente no es un proceso de un solo día". Explica que a los afectados se les va informando la situación del paciente, esto teniendo en cuenta que actualmente cerca del 26% de quienes ingresan a la UCI no logran sobrevivir (la mayoría por traumatismos, o patologías de urgencias y médicas, insuficiencias cardíacas, neumonías, accidentes vascular encefálico, a lo que se suman los accidentes del tránsito, entre otras causas).
Y en cifras, esto se traduce así: de los 1.450 pacientes que ingresan al año a la UPC (sumando ambas unidades), 1.073 son dados de alta.
De esta forma, se puede decir que desde que asumió el liderazgo del área en abril de 2010, junto a su equipo de profesionales han logrado salvar la vida de seis mil 438 personas, como si fuesen héroes pero sin usar capa.
La intensidad ha estado presente en toda la carrera profesional de la doctora, con varios años en el servicio de urgencias, o bien cuando tomó el mando regional del Servicio Médico Legal.
Pero si tuviese que recordar uno de los momentos que más le ha marcado como profesional, hay que remontarse hacia el año 1991, en la madrugada del 18 de junio, la cual jamás se borrará de la memoria de los antofagastinos por el aluvión que cobró la vida de cerca de un centenar de personas, lo cual vivió en carne propia cuando tenía un poco más de 20 años.
"Fue bastante duro, difícil, en lo emocional, en todo ámbito porque nos vimos enfrentados a alrededor de 100 personas que fallecieron en pocas horas... Los cuerpos estaban con lodo, pero eran reconocibles y los daños no estaban tan significativos desde el punto de vista externo", recuerda, añadiendo que el trabajo intenso y coordinado permitió entregar los cadáveres en un plazo no mayor a 48 horas.
"Una de los momentos más complicados fue ver la emoción de los familiares. La impotencia que veía en sus caras frente a este hecho, diciendo '¿por qué a mí?', '¿Por qué nos pasó esto, si yo estoy en el norte donde no llueve?'", agrega.
Pero lo más duro aún estaba por venir y es donde tuvo un poco de conflicto entre su vida humana y profesional, imponiéndose esta última. Lamentablemente y en medio de todo el ajetreo del equipo a cargo del procedimiento en aquella fecha, se percató que entre los fallecidos se encontraba una de sus amigas:
"Estaba haciendo mi trabajo y de pronto la vi, sin saber que estaba ella ahí. Uno se quiebra igual, si era una niña joven, muy lolita y después tener que avisar al esposo que ella estaba en el Servicio Médico Legal".
Pese a que reconoció que se había "quebrado" por el impacto de reconocer a alguien querido, asumió el profesionalismo de cumplir su deber: "No fue fácil, pero mi rol como jefa de ese servicio era continuar mi trabajo con todos los fallecidos".
Estos son algunos de los hitos en la vida profesional de la doctora Blanchard, que por su dedicación, investigación o desarrollo de proyectos de mejoramiento de salud, fue reconocida en 2013 con el premio Leonardo Guzmán, la máxima distinción del recinto médico y que dice que no se la esperaba. Pero no sólo eso. Por su cercanía y calidad humana, también recibió el premio de excelencia en el trato al usuario.
Todas las características que la hacen conocida dentro de su equipo de trabajo como la "Mujer de Hierro", por la fortaleza en la que asume las decisiones vitales y al límite, aunque se reconozca como una persona "sensible".