Ignacio Araya Chanqueo
Todas las mañanas, doña Nieves Abraham sale de su casa en Los Aromos con Los Naranjos -población Las Rocas- y lo primero que se encuentra en la vereda es el enorme y frondoso eucalipto que está acá desde que construyeron las casas, por allá en los 70. Antes se veía bonito dándole un poco de verde al polvoriento antejardín. Ahora no tanto: lleva una semana en el piso.
"Hace como siete meses empezó a caerse", dice la vecina apuntando el eucalipto que ahora estorba toda la vereda. Si un coche quisiera pasar por esta acera, tendría que tener tracción en las cuatro ruedas para pasar la arena o simplemente cambiarse de vereda. Una persona a pie debería escalarlo si insiste en caminar por la vereda norte de Los Naranjos.
Doña Nieves le echa la culpa a unos vecinos que antes vivían acá. Ellos habían hecho unos trabajos en la vereda y le quitaron el soporte al eucalipto, que terminó por inclinarse y caer rendido el viernes pasado. Aún se notan las hojas verdes como luchando por vivir después de casi cuarenta años, pero pareciera que no hay mucho que hacer.
La Estrella fue a la casa de dichos vecinos pero está abandonada. No tiene ni vidrios.
Juan Monardes, otro vecino del sector que también sintió el golpe seco del árbol caer a piso, dice que la caída del eucalipto fue pura maldad. "Se cayó porque era muy frágil", comenta apuntando a las delgadas raíces del árbol. Hace un par de años atrás llamó a este mismo Diario para denunciar un árbol seco que estaba haciendo corte con los cables de electricidad, lanzando chispas por doquier. Le cortaron las ramas pero ahí está, erguido. El árbol seco sobrevivió a su amigo eucalipto.
Resignada, la vecina Nieves dice haber llamado el mismo viernes a la municipalidad para que retiraran el árbol, pero ahí está esperando a que el eucalipto que vio todos los días durante cuatro décadas pase a otro lugar, donde su tronco o ramas sean tan útiles como lo fueron viviendo en esta esquina de Las Rocas.