El tiempo está raro en la región en las últimas semanas de marzo. En la cordillera la nieve no tiene compasión y un turista alemán -Franz Braunegger- se pierde cuando hacía un tour por el volcán Sairecabour, pasando una noche espantosa con diez grados bajo cero hasta que, por fin, Carabineros lo encuentra.
Antofagasta amanece extrañamente nublado el 24 de marzo, en un mes donde todavía estábamos acostumbrados a la playa. Durante la mañana cayeron algunas gotas de agua que hacían correr apurados a quienes paseaban por el Paseo Prat y mojaba algunos techos en los campamentos. El Liceo Industrial, por enésima vez, era evacuado por una emanación de gas. En el Trocadero, la gente se bañaba igual.
El pronóstico para el día 25 era que -a lo más- podrían caer unos 2 milímetros de agua. Efectivamente se puso a llover como a las 10 de la mañana, pero el agua no paraba. Si alguien se puso contento por ver agua caer en el norte, la cara le cambió cuando las calles empezaron a transformarse en ríos. En algunos terrenos bajos se armaron lagos, como frente al MOP o en el Cementerio. El edificio de "El Mercurio" se anegó entero y tanto ese diario como "La Estrella" tuvieron que hacer ediciones de emergencia en su planta impresora.
A mediodía los antofagastinos no tenían ni idea lo que pasaba en el resto del país. La señal de teléfono murió y no funcionaba ni el whatsapp. A esa misma hora, un río de lodo bajaba por Taltal dejando tapado en barro a medio pueblo: 2 mil damnificados dejaron los 33 milímetros que cayeron allá. Lo peor es que el ducto que lleva agua se destrozó y pasaron días sin abastecimiento.
Los militares se hicieron cargo de las calles. Taltal fue considerada dentro de la zona de catástrofe, sumándose a Chañaral, Diego de Almagro o Copiapó, donde el aluvión se llevó vidas y casas. En esa comuna treinta casas debían ser demolidas, y el agua llega en camiones aljibes. Hay partes donde la situación llega a ser paradójica: uno podía seguir comiendo completos en calle Arturo Prat pero unas cuadras más arriba había gente con el barro literalmente a la cintura.
En las alturas de Antofagasta había miedo, sobre todo en la Villa El Salto donde un aluvión ya se había llevado gente el año 91. "Nunca había visto algo tan fuerte", decía un vecino. El desastre se llevó dos vidas en la capital regional, un hombre que se electrocutó en Río Maule y otro vecino que estaba ayudando a poner sacos de arena para que no pasara agua era aplastado por un muro.
El tiempo había cambiado, dicen en la calle. Nadie pensó que tanto. Lo reflexionaba Ana Lucía Rivas, del campamento "Mujeres Unidas", arriba en los cerros.
-Si el de arriba quiere mandar un poco de agua, tenemos que recibirla no más...