Sacerdote dejó Polonia para vivir por dos años en Antofagasta
Tiene 36 años, es uno de los párrocos más jóvenes de la ciudad y a pesar de que aún tiene leves problemas con el español, se ha ganado el cariño de sus feligreses.
Chelmno es una ciudad polaca de poco más de 20 mil habitantes. Está cerca de la frontera de Kaliningrado (enclave ruso) y por ende, del Mar Báltico.
De aquella ciudad es oriundo Marcin Schmidt, un sacerdote de 36 años que llegó hace un mes hasta Antofagasta para hacerse cargo de la parroquia Cristo Redentor de la Bonilla, donde se desempeña como vicario.
Venir de Polonia hasta Chile no es algo sencillo. La distancia que separa ambos países supera los 13 mil kilómetros. Sin embargo, Marcin empacó sus cosas y viajó las 24 horas con el claro objetivo de "servir a Dios".
"muchos sacerdotes"
A fines de diciembre Marcin Schmidt llegó a Santiago y después de volar dos horas más aterrizó en Antofagasta.
Al consultarle el porqué vino de tan lejos para ejercer su profesión, Marcin es claro en explicar que "hay sacerdotes polacos sirviendo en todo el mundo y aquí mismo en Chile hay varios, especialmente en la zona central (…) El motivo de aquello es por la distribución del clero, es decir, envían sacerdotes a zonas donde no hay muchos", explica.
El vicario parroquial cuenta que en la región hay una población aproximada de 600 mil habitantes, "de los cuales el 80% declara ser católicos, pero apenas hay 14 sacerdotes. En Polonia en una diócesis de ese tamaño trabajan más de mil sacerdotes. Y es que creo que mi país es el más católico de Europa, tanto así que el 25% de todos los seminaristas del mundo son polacos... Somos una fábrica de sacerdotes", ríe Schmidt.
Chile
Ésta no es la primera vez que el ciudadano polaco viene a Chile, durante 2015 y 2016 estuvo algunas semanas en Coquimbo trabajando junto a niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad. Sin embargo, desde diciembre se transformó en un "antofagastino" más.
En el mes que lleva viviendo Schmidt en la capital regional, le ha llamado profundamente la atención los paisajes -"son muy desérticos", dice. "En Polonia sólo tenemos bosques"- y el clima. "En esta fecha en mi país hay 20 grados bajo cero, así que aquí estoy muy cómodo", reconoce.
Por otra parte, aún no comprende muy bien el "horario" que tenemos. "Allá (Polonia) la puntualidad es algo innato. Siempre estamos un poquito antes del horario de la reunión o cita, en cambio, aquí los horarios son muy variables, por ejemplo qué es eso de 'juntémonos como a las ocho'", ríe el sacerdote y agrega que "las primeras misas que hice acá yo comenzaba a la hora y aún venían llegando parroquianos… Menos mal ya me estoy acostumbrando", comenta entre risas.
Poco a poco Marcin Schmidt se ha ido adecuando a la vida en la Bonilla y se ha ganado el cariño de feligreses de todas las edades, especialmente jóvenes, con quienes está trabajando en diversos proyectos, los cuales verán la luz muy pronto.