El imaginario social y cultural de las animitas de Antofagasta
Un equipo de profesionales de la Universidad de Antofagasta realizó un proyecto para analizar el animismo como fenómeno social. El estudio contempló 88 sitios en donde las personas tienen rituales religiosos y de respeto.
El último domingo de cada mes, Elizabeth Rodríguez acompaña sagradamente a su madre a la animita de José Evaristo Montt, quien falleció el 15 de julio de 1924 debido a la explosión de la caldera de una locomotora, que lo lanzó a 50 metros del lugar cayendo en el mítico muro de calle Valdivia.
Allí, en plena intersección con calle Montevideo y en donde falleció el trabajador ferroviario, ambas rezan un Ave María, prenden una velita y agradecen un favor concedido hace cinco años.
Al igual que Elizabeth y su hija, son diversas las personas que realizan este ritual en distintos puntos urbanos de Antofagasta, en animitas de familiares, amigos, conocidos o personajes que son parte de la cultura colectiva. Algunos lo hacen de forma religiosa y otros simplemente para recordar.
Es así como estos sitios en la vía pública se han transformado poco a poco en espacios purificados y de respeto, en los que de alguna manera está anclada el alma de quienes han fallecido, siendo un fenómeno social que genera el interés de investigadores, ya que puede ser leído desde varios puntos.
Este fue el caso de un equipo de profesionales de del Departamento de Ciencias Sociales y del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Facultad de Ciencias Sociales, Artes y Humanidades de la Universidad de Antofagasta (UA), que decidieron analizar el animismo como un fenómeno psicosocial, a partir de imaginarios sociales y culturales producidos en torno a las animitas de la capital regional.
Se trata de Leyla Méndez, Evelyn Hirsch, Víctor Bórquez, Eduardo Breems, Carlos Wormald, María Consuelo González y Claudio Cortés, quienes iniciaron un proyecto de investigación financiado por la Dirección de Gestión de la Investigación de la UA, para comprender los sentidos y significados en torno a las animitas, los que son construidos por la población de Antofagasta, como también analizar los cambios generacionales de la ritualidad; interpretar los mensajes visuales en la configuración colectiva a partir de sus elementos iconográficos y conocer la manera en que las "animitas" producen discursos y prácticas en la sociedad.
Estudio
Una de las investigadoras responsables, la psicóloga social Leyla Méndez, comenta que el proyecto contempló una metodología cualitativa. "Primero realizamos observación y registro fotográfico de 88 animitas de Antofagasta y luego hicimos entrevistas en profundidad y grupos de discusión. Posteriormente - en la fase en la que estamos - se realizó un análisis iconográfico, liderado por los diseñadores gráficos, donde se hizo una propuesta innovadora desde una perspectiva comunicacional y ahora nos toca hacer el análisis de entrevistas y grupos de discusión".
Aclaran que no se trata de un "censo de animitas", sino de un levantamiento de información de estos sitios en diversos puntos del radio urbano de la ciudad, arrojando que sólo el 70% de éstas son identificadas; el 65% pertenecen a hombres y el 23% son por accidentes automovilísticos, por nombrar algunos datos.
Pero no sólo se caracterizaron éstas, sino que también se convocó a distintas personas para participar de entrevistas y grupos de discusión y así analizar el animismo como fenómeno social.
El antropólogo Claudio Cortés cuenta que si bien aún no tienen resultados definitivos, en forma preliminar el estudio arroja que "la gente no devota ni religiosa sí entiende el fenómeno de la animita. No directamente porque lo practiquen ellos, pero sí la lógica que está atrás. Tú puedes hacer las peticiones, la gente puede identificar en la ciudad cuáles son las más milagrosas, las que sienten más icónicas, como Evaristo Montt o Juanita Guajardo". Así también, indica que les interesaba medir la morfología de las animitas no sólo desde el punto de vista icónico sino que también cómo se representa el ritual.
"Antes era la casita, la iglesia, ahora tenemos estos murales de cemento que se levantan, a veces son pinturas. Entonces la gente también nos dio información sobre eso; hay una incluso que tiene la mitad de un auto, lo que nos ayudó a ampliar y salir del esquema tradicional de la animita que está cambiando rápidamente, es bien dinámico", especifíca el antropólogo.
Según Leyla y de acuerdo al estudio preliminar, la animita se convierte en un producto religioso, pero no asociado a una teología o institución sino más bien a una 'religiosidad popular', producida a nivel colectivo.
"No es necesario que sea devoto para que rinda respeto a éstas (...) La animita trasciende este vínculo inicial que tenía con la muerte". Agrega que de acuerdo que la animita genera un quiebre, uno que hace que las personas se reúnan.
"La religión tiene que ver con eso, con 'religar' grupos que ni siquiera se conocen, pero que construyen colectivamente significados, sentidos asociados a esto que viene siendo la animita".
Murales
Los investigadores comentan que la animita es un signo icónico, a través del cual se puede decodificar la cultura hegemónica ya que hoy en día se han transformado y han pasado a ser macroconstrucciones y también a murales, tales como el caso de la adolescente Daniela Tirado que está frente a la playa Trocadero, Rodrigo Chaparro frente a AutoClub y el joven Freddy Vergara en uno de los muros de la Escuela República del Ecuador, por nombrar algunos ejemplos.
"Esos (murales) se van a seguir explotando, es una forma de expresión muy válida, pero el problema es que también es muy frágil porque el tiempo los deteriora con mucha facilidad, en cambio la animita tradicional, hecha con lata, latón, calamina, cemento o azulejos, son elementos de más tiempo de duración", agrega el diseñador Carlos Wormald.
En tanto Claudio indica que los murales son una posición un poco más contestataria de la muerte institucionaliza, "que te dice que tu duelo tiene que ser en la casa y el muerto se lleva al cementerio. En los murales es distinto, sobre todo por los mensajes que están ahí, también hay interpretaciones de la juventud del riesgo de la vida, de cómo vivirla.
El joven está vivo mientras siga siendo joven y rebelde".
Este aspecto y otros, continuarán siendo estudiados por el grupo de investigadores, quienes próximamente desean publicar los resultados y además realizar una exposición fotográfica.
"Las animitas se configuran como un poder colectivo donde aparece este derecho a la ciudad, que históricamente se ha expropiado. Nos invitan a hacer algo, a subvertir esa prohibición constante. La animita irrumpe toda vez que sea una construcción colectiva porque sino sería una animita olvidada, tiene que estar viva, un patromonio cultural vivo", finaliza una de las investigadoras del proyecto Leyla Méndez.