Así vive el único habitante de las ruinas de adobe de Cobija
Vaya uno a saber quienes vivieron antes en la casa del "Tres Telas", pescador coquimbano que se vino a esta alejada caleta para remodelar unas antiquísimas ruinas que hoy son su hogar. No tiene luz, pero sí tres gatos y varios Condorito para leer en los largos días dedicados a sacar pulpos, peces y las riquezas del mar.
Solo la brillante luz de la pantalla de su celular le daba algo de iluminación a la pieza del Tres Telas.
Hacía poco que había llegado a vivir al pueblo de Cobija, caleta costera alejada a 130 kilómetros de Antofagasta y mucho más de su natal Coquimbo. En Cobija no hay agua potable. No hay alcantarillado. Luz, sólo con motores, aunque un par de suertudos tienen paneles solares. Pero en la casa de adobe que el Tres Telas convirtió en su casa no había motor. Esa noche, bajo la oscuridad absoluta, el hombre había ido a cargar su celular donde otro de los pocos habitantes que aún viven en la caleta.
En la pieza había una vela, mismo sistema de iluminación que tenían los primeros habitantes de Cobija hace 150 años, cuando éste era un pujante puerto por donde pasaron habitantes bolivianos, chilenos y hasta un combate naval. Cansado, la sopló y sólo se quedó con la luz del teléfono recién cargado a oír música.
-Y me puse a escuchar el celular cuando se me sientan aquí- dice el Tres Telas apuntando a las piernas. En la casa de adobe no había nadie, salvo él, su celular y los recuerdos de los habitantes que pasaron por esta hogar y que un día decidieron dejarlo para siempre. Ruinas, polvo que alguna vez fue barro y paja centenaria hasta que llegó el Tres Telas.
Esa noche, de puro susto, el coquimbano puso tres velas en un plato y se amaneció jugando con el celular y la música a todo volumen. Todo lo posible para espantar a quien haya sido que esa noche se le ocurrió molestar su sueño.
-¿Nunca más te penaron?
-No.
De esa experiencia sobrenatural ya han pasado siete años. Después empezó a amononar la pieza, puso su buena cama de plaza y media, velador, mesa, de todo. Hasta hace un tiempo había luz porque el hombre se compró un motor para darle energía a su ruina convertida en hogar, pero un día se vinieron las lluvias, en 2015. Bajó un aluvión, dice, y arrasó con varias cosas que tenía dentro, entre ellas, el motor.
-No saqué barro, emparejé no más- dice, de brazos cruzados.
Solitario
El Tres Telas había dicho su nombre al principio de esta entrevista, pero después dijo que mejor que no. Que mejor lo guardáramos con su apodo, otro dato que tampoco quiso explicar. Sí posó para las fotos, feliz, con su camiseta de Colo Colo. No es la única señal que lo identifica con su equipo: la puerta tiene una colorida insignia del indio, para que todos sepan que en la última casa de adobe habitada de Cobija vive un albo.
Dentro hay más recortes del Colo. Una foto de Sharon Stone tomada claramente después de Bajos Instintos acompaña el recorte del dibujo de un lobo marino. Sobre su cama, hay varios Bily y Maik, los monos de Bilz y Pap, pegados encima de lo que antes fue un saco y hoy es una cortina. Los ojos de las mascotas corporativas apuntan hacia abajo, como vigilando el sueño del Tres Telas.
Sin embargo, lo que domina la ornamentación de la casa es Colo Colo. Si pudiera ver todos los partidos de su equipo lo haría, pero es difícil en una caleta donde la luz todavía es un elemento que no todos tienen. Cuando puede se va a Michilla, distante unas decenas de kilómetros, a buscar una tele donde lo estén dando. Decimos cuando puede, porque la mayoría de las veces está trabajando en la mar.
-Pero los clásicos no me los pierdo- advierte.
El trabajo del Tres Telas es similar al de todos en Cobija. Bajo el sol, se suben al bote y van en busca de erizos, peces y sobre todo el pulpo, que es como el principal producto que dan estas aguas de la provincia de Tocopilla. El número de habitantes del pueblo también dependerá -asegura- de cuantos cefalópodos aparezcan por acá.
-Ahora llega harta gente, pero están para Coloso. Y si de repente hay más pulpo acá, se vienen.
El Tres Telas trabaja con un caballero que vive en Michilla, el principal pueblo de las caletas ubicadas entre Tocopilla y Mejillones. Aparte de tele con CDF para ver los partidos de Colo Colo, allá hay almacenes, restaurantes para comer pollo con arroz, una escuela y casas con su respectiva iluminación. Acá no, pero eso no impide que el Tres Telas destaque por qué le gusta ser el último habitante que han tenido estas ruinas. "Tranquilidad", dice.
Arreglos
La Kuki está dentro de una caja que antes tenía paquetes de salsa de tomates. La Kuki, grandes ojos grises y pelo plateado, no es la gata oficial del Tres Telas, pero está viviendo acá porque hace poco tuvo un gatito chico. Su mascota oficial es el Cacherín, otro gato tan plomo como la Kuki pero que no estaba presente para la entrevista.
-Me hizo abuelo- se ríe el hombre de la camiseta de Colo Colo.
Jugar con los gatos es una de las pocas diversiones que tiene el Tres Telas en una casa que no tiene luz. La otra es leer Condorito. Cuando no está en el mar sacando pulpos para los ansiosos comensales dispuestos a tirarlos a la parrilla o al pilpil, el Tres Telas está en la casa leyendo las aventuras del pajarraco emblema nacional. Eso ocurre también en esos días en que la mar está tan mala que bota puro huiro. Cuando viaja a Antofagasta por equis motivo, se trae unas cinco revistas que consigue en una feria a luca.
-Como no hay luz, obligado a matar el tiempo en algo.
Aunque el aluvión echó a perder buena parte de la casa del Tres Telas, él insistió en ser el único habitante de la casa más antigua del pueblo. Se fue a dormir unos días a otro ruco, dice, pero le gustó la casa y volvió a arreglar su habitación. Ahora, está pensando en extenderse hacia otro lado para tener otro techo. El actual está construido básicamente en base a latones oxidados por el tiempo. Podría ser de cholguán, dice. No sabe aún. Lo que sí, es que quiere seguir manteniendo las ruinas vivas, tanto como lo fueron en su gloriosa época pasada.
-Tengo a mi compadre de Coquimbo, pero ése vive en Calama y lo invité. 'Ven loco, ven a mi depa, es el más antiguo', le dije. Legal hermano, llegó y quedó fascinado, se sacó fotos.
Antes de ponerle candado a la puerta, el Tres Telas asegura que después del aluvión las autoridades le prometieron una mediagua... que todavía está esperando.