Ignacio Araya
Pasó el año pasado: un automovilista que venía por la ruta desde Taltal llamó al 131 alertando de un accidente de tránsito que vio en la ruta 5 Norte. El llamado fue recibido en Antofagasta, donde el SAMU atiende las emergencias día y noche. De inmediato se movió la ambulancia, los bomberos y los carabineros. A toda velocidad por el desierto fueron a buscar el auto accidentado para ayudar en el rescate, pero cuando por fin llegaron al lugar... no había nada.
La emergencia había sido una terrible broma que movilizó equipos que debían estar atentos a verdaderas urgencias en la región. El SAMU atiende alrededor de 18 mil llamadas mensuales y, en lo que va del año, el 63% de ellas no generan procedimiento o derechamente son pitanzas.
Miguel Parada, uno de los telefonistas que hacen el turno para contestar las líneas, cuenta que hay algunos obsesivos que llaman todo el día. Un sólo número puede hacer hasta 90 llamadas. Lo que se escucha del otro lado son obscenidades, silencios, insultos o supuestos chistosos. "Mientras nosotros estamos respondiendo a una llamada inoficiosa, puede haber alguien que perfectamente estar en una emergencia y su llamada no entra por lo mismo, porque las líneas están ocupadas".
En la sala donde trabajan los operadores de teléfonos del SAMU hay cuatro personas contestando las llamadas que vienen de toda la región. Antes sólo atendían Antofagasta, pero desde 2015, cuando se extendió la central al resto de comunas, aumentaron los llamados y también las bromas. En ese tiempo las llamadas nada que ver igual eran hartas: iban por el 55%.
Jorge Galaz, jefe de turno de la central de radio, cuenta que hay algunos que están identificados y no los pescan cuando ya son más de cinco veces la "talla", o se van a la cola de prioridades. "Hay mujeres (atendiendo teléfonos) y les dicen 'hola mi amor', 'te invito a salir' y obscenidades que no vale la pena repetir. Los paramos y no les contestamos".
-¿No tienen cómo controlarlo?
-Tenemos que recibirla (la llamada), conversar con la persona que está haciendo el llamado y ver lo que quiere, y ahí es donde nos damos cuenta que son pitanzas. Nos dicen un garabato, una talla y cuelgan. Pero muchas veces lo hacen como real, cosas que nos corresponden y nos damos cuenta cuando llega el móvil al lugar, que no hay nadie.
Con la experiencia de su trabajo en el SAMU, Miguel Parada identifica varios perfiles de bromistas que llaman al 131: escolares que llaman al horario de recreo o a la salida de almuerzo, entre una y dos de la tarde; o tipos que sólo llaman para decir obscenidades. Galaz coincide en que las llamadas de broma suben en la época de vacaciones o durante los fines de semana. "Hay gente que en los días festivos bebe mucho y le da por agarrar el teléfono".
Prioridades
En el caso de las llamadas de verdad, Parada habla del buen uso que hay que hacer del 131. Por ejemplo, sobre telefonazos de situaciones puntuales que no requieren necesariamente una ambulancia ni que comprometa el riesgo vital, como un dolor de estómago. "Cuando ocurren, es que ellos puedan hacer uso de todos los establecimientos de la red que están para resolver las situaciones que no son de riesgo vital: consultorios, Cesfam, los SAR"
Sin embargo, las llamadas de pitanza siguen. Cuando son niños los que quieren echar la talla, Jorge Galaz a veces llama de vuelta para decirle al papá o la mamá lo que pasó. "El problema es que si no tienen ellos conciencia de la importancia de este teléfono, difícil se va a lograr algo", reflexiona.