Cartas
La Chimba
Señor director:
Tiene historia y personalidad propia, siempre es actual, por lo que La Chimba de Antofagasta siempre vivirá en los corazones y recuerdos de cada hijo de esta tierra.
Pareciera tener personalidad propia, historia propia, vivir independiente de Antofagasta por algunos meses al año. Declararse comuna en sí misma, alejada y cercana a la ciudad. Ser distinta de acuerdo al tiempo y a los eventos del calendario. Los otoños ven llegar a los gitanos escapando de las lluvias del sur, sus niños en pañales y sus carpas abiertas oreándose al viento, nos dejan ver parte de su vida inexplicable para algunos. Septiembre ilumina sus arenas con ramadas, anticuchos, volantines y chicheros en ajetreada venta. Los veranos de tardes calurosas y concurridas de niños morenos en eternos piqueros veraniegos desde las húmedas y astilladas tablas de un muelle de rieles oxidados y carcomidos por la acción del mar, parecen cerrar el ciclo de los tiempos y comenzar un nuevo año. Este muelle que flota cansado por los años idos sobre las suaves olas de una playa de aparentes roqueríos mansos, es entonces el minutero oxidado y perfecto de La Chimba antofagastina.
En el horizonte, como pintura multicolor con manchitas rojizas, se mecen tranquilos y boyantes los faluchos de pescadores esforzados y valientes que en las abrigadas aguas de La Chimba encuentran refugio seguro. Este encuentro entre los hombres del mar, sus naves y el océano comienza a gestarse todas las mañanas frías de inicio de jornadas. Los motores en humeante alerta, tenso los brazos en un par de remos de madera oscura que golpearan enérgicos las calmadas aguas de la bahía de San Jorge. Aceitados y limpios los compresores que llevaran el aire de la vida en largas y finas mangueras amarillas. Preparada la carnada en los espíneles que alejados de la red esperan pacientes su turno para lanzarse al mar. Así estos vehículos del mar, estos camiones del océano, regresarán horas más tarde con su cargamento brincante en agónica danza final de peces que en sus ojos grandes se les extingue la vida.
Pero no creamos que La Chimba, por aparentemente suaves sus oleajes, sean aguas mansas que bañan una costa siempre trajinada y recorrida por pescadores deportivos y changos urbanos improvisados. Dicen los eruditos que nuestra Chimba histórica existe previamente al poblamiento de Antofagasta. Juan López, quien es considerado por nosotros y por muchos historiadores el primer habitante de la ciudad, se instaló en el sector de Peña Blanca, hoy conocido como La Chimba, donde comenzó la extracción de minerales de manera precaria y heroica.
Ricardo Rabanal Bustos
profesor, cronista y bombero