El artesanal trabajo de un Luthier en el Norte Grande
Larry Molina lleva más de 20 años dedicado a su vocación, la que inició en el taller de su abuelo en Santiago.
Francisca Cabello Iriarte - La Estrella
Un amplio espacio de trabajo con maderas por doquier en todas su formas y colores, herramientas específicas que algunas de ellas fueron construidas por él mismo e instrumentos que piden a gritos ser recuperados, es el contexto en el que está inmerso todos los días de su vida el luthier Larry Molina, en el patio trasero de su casa.
Allí vive junto a su familia, sus dos hijos (de tres) y su esposa, la que lo ayuda para seguir construyendo su proyecto de vida, ese que comenzó a experimentar cuando apenas era un niño.
Nació en la comuna de Renca en Santiago, allí estudió en el Liceo Experimental Artístico, donde recogió sus primeras herramientas para ser un conocedor de la música y el folclore. Siempre le gustaron las artes plásticas, así que cada rato libre lo aprovechaba para escaparse a San Miguel donde su abuelo tenía un gran taller. Gracias a ello, se hizo experto del torneado y en manipular grandes maquinarias.
El hombre, que cumplirá en pocos días 44 años, desde niño tuvo un espíritu de emprendedor. Construía estuches y accesorios de madera para los instrumentos. Más adelante ingresó a la Universidad Católica de Valparaíso para ser profesor de música, pero tuvo que congelar en el segundo año por problemas económicos y justo cuando volvería a ingresar el destino le tenía preparado otra experiencia.
Aquella fue capacitarse en los talleres de luthería "I Violini", reconocidos a nivel mundial por focalizarse en este oficio y del que también fue parte el iquiqueño Hernán Dávila, quien reside actualmente en la capital.
Dicha experiencia le permitió hace dos décadas "visualizar si realmente está preparado para ejercer una pega como esta porque se necesitan condiciones, bastante empuje y perseverancia si es algo que te atrae", explicó Molina.
Contó también que para trabajar los instrumentos de la luthería se deben tener en cuenta tres ámbitos, construcción, debido a que no se fabrican: reparación y restauración, siempre manteniendo el sello de autor. Esta última se utiliza cuando el instrumento tiene un valor y se "preserva lo máximo de él, a pesar de que las cuerdas, las clavijas y los puentes se cambian pero cuando se realiza este proceso no se vuelve a barnizar, no se le cambian los colores y si tiene alguna rayadura se respeta para que siga tal como está, ya que de lo contrario pierde absolutamente su valor".
Esta historia continuó hace 10 años en Iquique cuando decidió venir a radicarse y pudo materializar su propio taller. Admitió que en esos años para este oficio costaba encontrar las herramientas idóneas y todo se tornaba una odisea. Por eso tuvo que viajar hasta Argentina y Europa para abastecerse de lo necesario.
Con sus sueños en la cabeza y sus herramientas que entraban en una caja platanera llegó hasta la ciudad, donde luego consiguió un fondo para adquirir nuevos implementos y un torno que le ayudó a fabricar el resto de las que necesitaba para trabajar.
Ha sido un arduo camino combatir con los cambios y las comodidades que entrega la industria. Sin embargo, quienes saben de música y la aprecian continúan recurriendo a Larry Molina por la confianza y su trabajo detallista. Ajeno a la publicidad pero con ganas de progresar junto a sus habilidades, este año pretende meterse mucho más en lo que es la construcción de instrumentos, pero además continúa arreglando los instrumentos de cuerda frotada, afinando pianos y los bronces tan característicos de la zona en la que ha podido cumplir con su vocación.
"Se necesitan condiciones, bastante empuje y perseverancia si es algo que te atrae".
Larry Molina, Luthier"