Las tranquilas aguas de la playa El Lenguado, al sur de Antofa
Ayer fuimos a darnos una vuelta para disfrutar de la arena durante la mañana. Un imperdible de la ciudad.
La playa El Lenguado está tan cerca de Antofagasta y a la vez tan alejada de la ciudad. Cómo es eso: pasado Coloso hacia el sur (unos tres kilómetros), termina todo el ruido de autos y maquinaria. Después del puerto de Escondida solo está la arena, los cerros, el mar y los carpistas viviendo esa tradición tan nortina de irse a vivir todo el verano a la playa.
Carlos Pasmiño es uno de esos antofagastinos que se vino con todas sus cosas a El Lenguado. Ayer amaneció nublado y el clima estaba agradable para jugar con su nieto Cristian, persiguiendo una naranja que iba y venía con las olas del mar. Los dos se reían. "El agua está tibiecita", dice.
"Mucha gente no va a las partes del lado de allá porque está prohibido", explica don Carlos apuntando a Llacolén. "Aquí debieran venir, porque lo más lindo que hay de Antofagasta es la playa El Lenguado", comenta.
El hombre se vino con toda su familia a acampar. El día se basa en bañarse, disfrutar del sol y pescar. El jueves sacaron dos merluzas, unos pejerreyes y un par de baúncos, conocidos por todo el mundo como mojoneros. Para sobrevivir, van a Coloso a comprar provisiones como pescado, chancho o la comida que les falte. El agua llega en camioneta.
El problema...
"Los martes o miércoles llega poca gente", cuenta don Carlos recordando que vino acá por la tranquilidad. Eso se rompe los viernes y sábados, cuando llegan personas a pasar el fin de semana y después se van. Como en todas las playas, acá igual dejan basura en la arena. Ayer vimos latas de cerveza, bolsas de nylon, restos de asados, de carpa, rejillas artesanales. Y eso que hay tarros de basura donde dejar los desperdicios.
Marcos Márquez se vino el miércoles con carpas, un toldo y harta comida para hacer un asadito. Ayer ya debía volver a la ciudad. "Nos vinimos a la aventura", cuenta, señalando que antes había acampado en La Rinconada y en Llacolén, "que creo que ahora no se puede", dice.
A eso de las diez de la mañana, el sol no tenía ninguna gana de salir entre las nubes. La vista de la playa solamente son olas, aves marinas corriendo en la orilla y la gente en las carpas despertando. Una señora sale de una carpa lavándose los dientes. De lejos se escucha el cuchicheo de gente conversando. Es otro día de verano en la ciudad, como para venir a quedarse todo el finde.