Cartas
Centro
Señor director:
Me quiero referir al centro Luz Esperanza, inmueble entregado por parte del Gobierno. Cuando ingresé al municipio en 2008 como concejala, ya estaban gestionando un espacio para funcionar. Hasta que se dio la posibilitad bien merecida, ya que he visto que son personas de bien, esforzadas, la mayoría de las personas son mayores. He visto pasar personas públicas cada vez que se le invitan.
Producto de ser ocupada la casa por personas con problemas de drogadicción y alcoholismo, una vez limpiado el espacio, tuvieron que retirarlos con la fuerza pública.
Ahora, las opiniones vertidas por las personas las respeto, pero no las comparto. Desconocen el quehacer de años. Muchos necesitan de ellos, son sanadores de espíritu, son bondadosos y a cambio de nada, sino de la buena voluntad de quien participa con solidaridad en este mundo tan consumista y egoísta. Por lo mismo, es justo y necesario decirlo públicamente, más allá de las tendencias religiosas o políticas.
Doris Navarro Figurera
concejala de Antofagasta
Horas
Señor director:
¿Quién le devolverá las 300 horas perdidas a cerca de 600 mil niños que se quedaron sin clases por el paro docente? ¿Cómo recompondrán, los profesores, la confianza con los apoderados y el respeto con los alumnos analizando las faltas a la ética que se cometieron durante estas semanas?
Nadie discute que quienes se sienten menoscabados en su situación laboral o profesional tienen derecho legítimo a manifestar público descontento y a buscar soluciones para ello; sin embargo, la vía utilizada afecta a un sector vulnerable de la población y ahonda brechas sociales, pues mientras en los colegios públicos se pierden horas valiosas de formación escolar; en los particulares y la mayoría de los subvencionados eso no sucede, o pasa por período muy cortos, con las correspondientes recuperaciones posteriores. Nadie devolverá el tiempo que se dejó de aprender. Y es obvio, los efectos no serán inmediatos, pero las consecuencias serán duraderas. Las peticiones docentes pudieron ser resueltas sin la necesidad de presiones, pero sobre todo sin condicionar la calidad de vida de las familias y la educación de los niños. Ojalá sirva como antecedente para no volver a cometer los mismos errores.
Verónica Santana Burgos
profesora