Las hermanitas Tapia y sus 70 años dedicados a las tonadas y cuecas
Berta y Teresa crecieron en un fundo, donde en medio de los trigales y las enseñanzas de sus padres, rescataron las tradiciones folclóricas de una parte importante del campesinado chileno.
Teresa (77) y Berta (78) son las hermanitas Tapia, una auténtica marca registrada a la hora de hablar de música folclórica de raíz campesina en la zona central de Chile. Mujeres criadas en las labores del campo del fundo El Atalaya, en Santo Domingo, Región de Valparaíso, donde crecieron conociendo la riqueza de las tonadas y cuecas de antaño. Entre los trigales, el mugido de las vacas y el relinchar de los caballos, supieron del sacrificio que hay en la vida del campesinado. Corrían libres en el "cerco" donde el padre sembraba arvejas, garbanzos y otros cereales. Tomaron el arado y guiaron las yuntas de bueyes. Fueron buenas en eso, también lo serían en el canto. Ni la fría agua de la noria que tomaban a diario, congeló las pasiones que desde sus corazones florecieron en sones y acordes.
"Somos campesinas netas, hija de folcloristas, mi papá José Tapia y mi mamá Natalia Jeria cantaban", afirma Berta, mientras su hermana se apura en recordar que su bisabuela "era artista y tenía dos arcas y cantaba con sus dos hijas e iban a Santiago en las fiestas que hacían los patrones dueños de la hacienda El Peumo, en Rocas de Santo Domingo, y desde ahí partían en victoria a la capital porque en esos tiempos no había locomoción". Esa mujer, que era la abuela de su padre, lo crió a él y le traspasó el gusto por la música.
La primera vez que se presentaron como dúo y en público fue en cuando apenas la mayor de ellas tenía 8 años. Eso pasó en el Liceo Santa Teresita de Llolleo, donde ambas estudiaron y participaron de una presentación escolar para una fiesta de "18 Chico".
Los tíos del papá de las hermanitas Tapia, que vivían en Peñaflor, venían de Santiago a visitar a sus seres queridos en San Antonio. "Cuando eso pasaba, mi mamá faenaba algunas gallinas y hacían una buena cazuela en la noche, y así se amanecían cantando. Nosotros teníamos cinco o seis años y así empezamos a recordar esas canciones y fuimos aprendiendo, aunque no pensábamos que íbamos a estar tanto tiempo en esto", afirma Berta.
En los primeros años, en aquella infantil etapa, ellas ya cantaban con gracia y eran aplaudidas por amigos de la familia. "La primera tonada que cantamos fue ´Voy a remontar los montes´, que nos enseñó nuestro tío Romilio del Carmen Tapia Tapia, al que le decíamos Melo", añade Berta, quien rememora que aquel hombre las tomaba en sus brazos para enseñarles los sones de sus cuecas y tonadas.
Teresita reconoce que siempre le gustó cantar y tocar la guitarra. "Tenía siete años cuando ya sabía tocar todas las notas y buscar el tono de nosotras para las tonadas", confirma Teresa.
"No se puede, no se puede olvidar lo que se quiere, porque el amor es constante, tan solo en la tumba muere. Cuando el amor es constante, también en la tumba muere", dice una de esas tonadas que Berta cantaba junto a la guitarra de Teresa. Ensayaban todos los días. "Nosotros somos innatas", sostienen al unísono.
Los padres de ambas hermanas también se dedicaban al canto en el campo. "Los buscaban para casamientos, bautizos; mi papá cantaba a lo humano y a lo divino, e iba a las novenas del Carmen, de las Mercedes, en septiembre; y en diciembre a la novena del Niño Jesús, también a los velorios de los angelitos (los recién nacidos que morían). Teresa dice que en su mente está clara la imagen de esos velatorios, donde las familias ponían al pequeño vestido con una túnica blanca, con alas de ángel, sobre una mesa, que era rodeada por los seres queridos en medio de oraciones y cantos. "A nuestra hermana la velaron así", añade Teresa.
Pese a que tenían que trabajar casi como los hombres en las siembras de la familia, Berta y Teresa se las arreglaban para salir a cantar a distintas localidades de la provincia de San Antonio y también de Melipilla.
Su pasión por la música las llevó a profesionalizar su talento, el cual se ganó espacios importantes en la cultura campesina y en los escenarios de los encuentros artísticos de mediados del siglo 20.
Fue en Mellipilla donde cuando llegaban "Las hermanitas Tapia" a subirse al escenario, debían ser custodiadas por Carabineros, ya que la gente se les abalanzaba tal cómo lo harían con artistas de fama mundial. Ellas admiten que jamás se creyeron el cuento de la fama y nunca traicionaron sus valores ni menos dejaron en el olvido sus trajes de china.
"Somos cultoras de la cueca antigua, que es la verdadera cueca, de la verdadera tradición", resalta Teresa, quien insiste en que su apego a las tradiciones folclóricas se traspasa incluso al vestido que utiliza en sus presentaciones y que, a su juicio, es el que conserva el diseño original de los que se hacían las mujeres en el campo.
La misma Teresa enfatiza que en Chile se "se dejó de lado la cueca tradicional" para transformarla en un ritmo que no se parece en nada a la que se cantaba en los albores de la patria. "Me gusta la cueca brava, la que cantaba Rita Núñez, no esta cueca, que no sé quién la sacó. Me da vergüenza que en Chile hayamos perdido nuestra y tradición, porque me crié viendo bailar a los campesinos en las trillas, donde se cantaba mucho y las mujeres usaban una faldita negra, con un delantal blanquito con pechera, y bailaban nuestra cueca. Y ver a los campesinos bailar con el pantalón arrollaíto y con el saco o guatero, es una tradición. En la cueca verdadera el huasito se agacha para bailar, la balsea y sigue a la dama, es como si corretea a la mujer".
Berta se siente orgullosa de recibir el cariño de la gente porque hasta hoy en San Antonio se les reconoce y se les valora por su aporte a la cultura local. "Fuimos creciendo en el tiempo y ya llevamos siete décadas cantando", señala Berta.
La herencia
El aporte que han hecho esta mujeres a la preservación del folclor chileno fue reconocido el viernes 9 de agosto en el Centro Cultural de San Antonio, donde se presentó el documental "Legado, tradición y folclor", realizado por el creador audiovisual Manuel Castro y apoyado por la empresa Puerto Central.
A propósito de ese reconocimiento, ellas manifestaron que "hay gente famosa a nivel nacional que después de que se han ido son homenajeados, y nosotras tuvimos la dicha de que se nos haya hecho todo esto en vida"
En la familia de ambas hay descendientes de ellas que han seguido la tradición del canto y la cueca. "Tenemos que dejar un legado. Mi nieta de dos años ya se menea, se toma el vestido y mueve el pañuelo cuando le ponen una cueca. Mi nieto Luis, que vive conmigo, también canta con nosotras", cuenta Teresa, que además es santiguadora y componedora de huesos.
Berta agrega que su hija Berta Vargas es directora del grupo folclórico Millacura, donde además su nieta Camila Inostroza es la coreógrafa.
A todos estos dones, las hermanitas Tapia suman la buena mano para la cocina, algo de lo que nuestro equipo de prensa pueda dar fe. Sus voces eternas, la gracia de su canto, sigue vigente y bella.
"Mi mamá faenaba algunas gallinas y hacían una buena cazuela en la noche, y así se amanecían cantando".
Berta Tapia.