Vecina convirtió su antejardín en un altar para Felipe Camiroaga
Cuando falleció el animador, Sonia Lagos Silva comenzó a juntar fotos y recuerdos y las puso en su reja. A nueve años de su muerte, la vecina antofagastina pone velitas a su imagen y le reza. Ahora, dice, le faltan velitas para mantener su antejardin.
Amada Sonia Lagos (72) recuerda que iba de pasajera en una micro la tarde del 2 de septiembre de 2011. Arriba escuchó a un hombre hablar de un accidente, de un avión que había caído en Juan Fernández. "Iba Felipe Camiroaga ahí", dijo. Sonia dice que lo que sintió ahí fue como un balde de agua en la espalda.
Quedó asombrada. Millones de chilenos se conmovieron cuando supieron las dimensiones de la tragedia del CASA 212, en el que hubo 21 fallecidos. "No puede ser", pensó.
Ya han pasado nueve años de esa tarde. "Más lo que he llorado, ahora lloré re' harto por el aniversario del 2 de septiembre", cuenta ahora la antofagastina, quien decidió transformar su antejardín en un recuerdo permanente de Felipe Camiroaga. En su casa de calle Merced hay decenas de fotos, recuerdos y la cara sonriente del animador de televisión, llegando a armar un altar donde la vecina se persigna y le reza.
Para Sonia, la imagen de Camiroaga conversando en la mesa del Buenos Días a Todos era como compartir con un amigo. Cuando trabajaba en las casas planchando y limpiando, la tele estaba prendida con la compañía de las mañanas. Después de la tragedia, el rostro de Felipe pasó de la tele a su patio, acompañado de velas.
"Él fue muy bueno", cuenta la vecina, diciendo que Camiroaga dejó un gran legado. "Dejaba de trabajar para verlo. Me hacía reir, yo lo recuerdo como un niño muy simpático, muy alegre, lo pasaba muy bien con él".
Ahora que ya no está físicamente, suele dedicarle oraciones. "Le rezo, le pido que me ayude, que no me falte nada. Yo sé que desde arriba me está ayudando", dice doña Sonia. Hay gente que pasa por afuera de la casa, lo saludan y se persignan cuando ven la imagen de Felipe Camiroaga.
-¿Felipe la escucha?
-Sí, él me escucha, yo lo sé. Lo siento en mi casa, que se ríe, que me habla. Lo siento mucho y todavía lo quiero.
El tema es que hay personas que le piden que no lo tenga ahí. Un matrimonio fue a preguntarle sobre este altar, asegura la mujer. "Me dijeron que no podía tenerlo ahí porque era un muerto.
"Lo siento en mi casa, que se ríe, que me habla (...) Todavía lo quiero"
Sonia Lagos,, vecina del sector norte alto de Antofagasta.