El secreto humedal de Antofagasta donde se cultivan camarones de río
Antofagasta no tiene ríos, pero el pescador Julio Campillay encontró un hábitat parecido: aprovechó las aguas de las vertientes del sector norte y guarda celosamente un banco de camarones que viene criando hace cuatro años. Su objetivo es tener un estanque y dejar un legado. "Soy el único, no hay nadie más que haga esto", dice.
De todas las manchas de vegetación que las escasas vertientes de agua dulce generan en la orilla del mar antofagastino, hay una en donde, si alguien se acerca, se van a escuchar los furiosos ladridos de la Blanca y el Negro, dos perros que viven paseando entre la hierba y la vereda de la avenida Edmundo Pérez Zujovic.
Ellos son la alarma que tiene Julio Campillay (62), diaguita, maestro de construcción, chef, pescador y, desde hace cuatro años, quizás el único camaronero de río que aprovecha las escasas aguas que da la naturaleza en esta parte del mundo. En uno de esos humedales, Campillay tiene su escondite de camarones, cubiertos con tapas mimetizadas entre la larga hierba y trampas para que no se meta nadie extraño.
Dice que por lo menos hay 3 mil, los que van creciendo hasta llegar a unos 30 centímetros y luego los va pasando a su hijo para mantenerlos en un acuario. "Esta es el agua más limpia que hay", apunta a la vertiente que da vida a su cultivo. "Más allá sale agua tibia, a las 3 de la mañana me he bañado". Julio vive en la playa, cuidando sus camarones. Y si está durmiendo, la Blanca y el Negro hacen la ronda.
La crianza de los camarones se produjo por curiosidad. Una vez que se vino de Vallenar se trajo tres cajones llenos, listos para prepararlos acá.
Y como venían congelados, se conservaron bien porque llegué en la noche acá, venían muchas hembras con huevitos, y de La Chimba empecé a tirar.
Julio fue "sembrando" camarones en todos los lugares del lado norte que encontró. Llegó hasta la grúa del Trocadero, pero allá no crecieron: salieron chiquititos, tan transparentes y escuálidos que Campillay los llama "camarones fantasma". Pero en el humedal que pilló, cerca de la Poza de los Curas, estaba el hábitat ideal para él. La crianza agarró vuelo y ahí están, alimentándose de piure. Si no hay piure, les compra atún al agua.
Preservar la especie
El hombre toma un camarón y lo enseña a la cámara. "Estos ya están para comer", dice. Campillay cocina con lo que el mar le va dando, registro que lleva en su celular en fotografías: pulpos, locos, sardinas. Hace un tiempo sacó locos, hizo 30 empanadas y las salió a vender. "75 lucas hice en un rato", cuenta orgulloso.
Usted parece más chango que diaguita…
No, el chango viene de Copiapó y Taltal. Acá en Antofagasta no hay changos. El Chango López era copiapino y andaba buscando oro por acá, el viejo murió buscándolo. Él sacaba su sustento no más.
El pescador apunta a todas las "picadas" que ya identificó con los 28 años que lleva viviendo donde mismo. Con el dedo enseña una roca. Ahí hay pejerreyes. Apunta al lado, y es su zona de sardinas. Un lobo marino lo ayuda en la pega, cuenta, rodeando las zonas con peces para que él complete el trabajo. "Yo voy cazando con lobos, los perros me ladran".
Pero su vida no solo se trata del mar. En su celular también tiene fotos de techos con madera que él mismo ha fabricado, y también documentos de las solicitudes de retiro del 10% de la AFP que, señala, la aseguradora no le ha depositado por una presunta retención por pensión alimenticia, aunque guarda papeles que acreditan que dicha retención quedó sin efecto. Pero nadie le ha respondido qué va a pasar.
En su calidad de indígena, Julio Campillay espera que la Conadi lo apoye con un proyecto de estanque para seguir en el cultivo de camarones de río. O un área de manejo, proyecta. Lo que importa es que él asegura construir, cuidar el humedal y preservarlo. "Todo esto estaba seco", dice. Con su llegada, hay pasto. El objetivo es que arriba pueda armar un espacio de áreas verdes. "Poner a Caupolicán, a Galvarino. Son los verdaderos héroes de la patria, gracias a ellos somos un país libre, porque nunca aceptaron el yugo extranjero", dice. Y, abajo, en el humedal, sus camarones.
Soy el único, no hay nadie más que haga esto. Estoy preservando una especie.
4 años lleva el proyecto de Julio Campillay en las vertientes de La Chimba.